El 20 de marzo de 2002, temprano en la mañana, me avisa el caporal de la finca que la familia Rodríguez no había desalojado la cabaña 29 de “Las Cascaritas”, tal y como prometieron hacer la noche anterior.
Cuando Chávez llegó al poder, lo primero que hizo fue permitir que la chusma invadiera las fincas y los terrenos que no cumplían una “función social”. Miles de fincas fueron invadidas en Venezuela, incluyendo varias de mis vecinos, en la Zona Rural de La Mata, en el municipio El Hatillo, a pocos kilómetros de la ciudad capital de Caracas.
Yo había mandado a “terracear” dos lomas en nuestra finca, La Finca Daktari, para darlas como regalo de boda, el día en que se casaran nuestros dos hijos mayores, María Carolina y Carlos Alberto… de ahí que las terrazas llevaban sus nombres.
Pasaron los años y esas terrazas estaban vacías, sembradas de pasto elefante que empleaba para alimentar a más de cuarenta caballos que criaba en la finca, donde funcionaba uno de los tres laboratorios de extracción y procesamiento criogénico de semen equino que existía en el continente americano. El primero estaba localizado en la Universidad de Colorado, en Estados Unidos; el segundo en la Argentina y el tercero en nuestra finca.
Cuando comenzaron las invasiones, permitidas y aupadas por el nuevo régimen de Chávez, se me ocurrió darle una “función social” a cada terraza. En la de María Carolina construí 10 cabañas y en la de Carlos Alberto, 30. A este “complejo habitacional”, que sería ofrecido a los estudiantes que venían del interior del país y que estudiaban en la Universidad Simón Bolívar, a 7 kms de Daktari, le puse el nombre de “Las Cascaritas”, en honor a nuestra hija mayor, quien hace poco nos dio el primer nieto… pues desde que nació le pusimos ese apodo.
El proyecto resultó ser exitoso, pero al final no fueron los estudiantes quienes habitaron las cabañas, sino familias jóvenes de clase media, ya que la “cosa” se estaba poniendo “peluda” y se estaba haciendo difícil encontrar viviendas para alquiler y el dinero para cubrir los pagos de los mismos. El alquiler de las cabañitas era “solidario”.
Para el año 2002, ya la situación económica comenzó a ponerse crítica y muchos inquilinos comenzaron a dejar de pagar regularmente. Al final me vi obligado a cerrar el proyecto porque me estaba dando pérdidas. Por cierto que en el año 2004, cuando el régimen “capturó” al contingente de “paramilitares” en nuestra finca, Chávez aseguró que había construido las cabañas para darles alojamiento a mis “reclutas” colombianos.
La familia Rodríguez estaba compuesta por una pareja joven que tenía un niño de dos años. Eran los últimos en desalojar las cabañas de “Las Cascaritas”. Tenían cuatro meses que no me pagaban, consumiendo electricidad y, sobre todo, agua. Los vecinos del sector se habían robado las tuberías de Hidrocapital que llevaba el vital líquido a nuestra finca y teníamos que transportar el agua en camiones cisternas, lo cual era sumamente costoso.
El joven Rodríguez me había prometido que antes de la segunda quincena de marzo (2002), él y su familia abandonarían el complejo y, a cambio, le prometí perdonarles la deuda de aquellos cuatro meses que no habían pagado alquiler. En la tarde del 19 de marzo habíamos quedado que para el día siguiente, temprano en la mañana, comenzarían a mudarse, lo que le tomaría a los Rodríguez un par de horas, si acaso.
Siendo las cuatro y tanto de la tarde, del día siguiente, 20 de marzo, los Rodríguez seguían tan campantes en la cabaña, sin dar muestra alguna de tener intenciones de mudarse jamás, así que subí al sector donde se encontraban y comenzamos a discutir.
El clímax de la discusión se produjo cuando la Sra. Rodríguez me aseguró que ellos no se irían de la cabaña, porque ellos tenían un “hijo bolivariano”, a lo que – de manera extremadamente alterada – le respondí: “¡carajo… ustedes tienen UN hijo bolivariano y yo tengo CUATRO…!”
Aquella discusión me transportó a mi ciudad natal, Cienfuegos (Cuba) cuando en 1959, recién llegado Castro al poder, se nos apareció en la casa un pelotón de milicianos, dándole órdenes a mi padre para que le entregara uno de los dos carros que poseíamos.
Pensé que a mi papá le daría un ataque al corazón, como – en efecto – sucedió conmigo en la madrugada del 20 de marzo del año 2002, luego de aquella discusión con mis inquilinos “bolivarianos”.
Me había servido un whisky (de los regulares… porque ya “el bueno” era muy costoso) y me senté a ver Globovisión, para alimentar mi masoquismo. Al pasar unos minutos relajado, comencé a sentir que me ahogaba y un hormigueo que me recorría el brazo derecho hacia el cuello… luego un dolor raro en el cuello que se extendió a ambos brazos. Para cuando llamé a mi mujer, ya apenas podía respirar.
No pudimos salir de inmediato porque en el nerviosismo, Siomi (mi esposa) no podía encontrar sus lentes para poder manejar. Me comencé a desesperar pensando que me iba a morir ahogado.
Al fin pudimos abandonar la finca rumbo a la medicatura del pueblo de El Hatillo, a unos 20 minutos de camino de Daktari. Allí me revisaron y el médico consideró que estaba en proceso un ataque cardíaco. La ambulancia de El Hatillo no quería prender, entonces el médico me montó en su carro y me llevó al Hospital de El Llanito, donde no me pudieron atender. ¡Me estaba muriendo y no había quién me auxiliara!
Terminé el “ruleteo” hospitalario en el José Gregorio Hernández, en el sector noroeste de Caracas, un lugar de cuya existencia no tenía conocimiento. Allá me comenzaron a “estabilizar”, me tomaron muestras de sangre cada tantas horas para analizar los valores de las enzimas y así determinar si había sufrido un infarto. Pasé la noche incómodo, en una camilla que era muy pequeña para mi cuerpo, sin sábanas y con un frío que pelaba.
Siomi entraba y salía del cuarto donde me tenían, asegurándose de que vinieran a sacarme la sangre, pues un médico le recomendó que estuviera al tanto de las enfermeras para que no se les fuera olvidar y buscando sábanas con qué taparme. De vez en cuando la escuchaba dar gritos, como pidiéndole a las enfermeras que hicieran algo… aunque yo me sentía ya listo para regresar a la finca, porque no tenía ningún dolor. Era como si nada me hubiera sucedido.
Al amanecer, un médico del hospital entró con los resultados de los tres o cuatro análisis de sangre que me hicieron y nos informó, a Siomi y a mí, que había sufrido un ataque cardíaco y que me tenían que recluir de inmediato en el Hospital Clínico Universitario.
Estuve tres días en terapia intensiva, donde me cuidaron extremadamente bien, aunque no dejaban que mi familia me visitara. Me tuvieron drogado la mayor parte del tiempo, al punto en que cuando salí, no sabía cuántos días había pasado allí.
El médico del Hospital Universitario me dio de alta el 9 de abril de 2002, cuando Venezuela estaba que ardía, con el tema de la huelga de PDVSA. Me había olvidado ya de la política y lo único que me interesaba saber era si los Rodríguez se habían mudado de “Las Cascaritas”, porque para allá iba… a seguir peleando.
Camino a la Finca Daktari y a pesar de las protestas de Siomi, prendí el radio del carro para informarme de cómo estaba “la cosa”. En la sala comunitaria donde me tenían en el hospital no había televisión y el médico – quien era uno de mis tantos lectores – me prohibió, terminantemente, que mi familia me trajera un radio e, incluso, me prohibió leer la prensa. Me acuerdo que me dijo: “tú no te me vas a morir a mí, carrizo. Te tengo que curar para que sigas escribiendo…”
Luego de haber “cuadrado la caja” con la compañía de seguros con la cual tenía contratado nuestra póliza de salud, que no quería reconocer mi seguro alegando que yo había ocultado que sufría del corazón, cuando jamás he sufrido de otra cosa que no haya sido gripe, logré conseguir una cita con un cardiólogo que tenía su consulta en el Urológico de San Román. Me harían un cateterismo a las once de la mañana del 11 de abril de 2002.
Para allá nos fuimos Siomi, mi hija mayor, María Carolina y yo. En el camino hacia la clínica, en la Autopista del Este, rumbo norte, me emocionó la cantidad de carros con banderas venezolanas y me electrizó el pitorreo de aquellos vehículos que se dirigían frenéticamente hacia el norte, en la misma dirección por la cual transitábamos rumbo a mi médico.
Fue entonces, antes de tomar la vía hacia el Urológico, que le pedí a Siomi que siguiera a los carros. Llamé a mi hermano por mi celular y le dije que estaba en el medio de la caravana más imponente que jamás había visto en mi vida. Él me dijo lo que estaba pasando: la oposición se iba a reunir en Altamira, urbanización donde él vivía y marcharía hasta la “Plaza de la Meritocracia” en la sede de PDVSA (Petróleos de Venezuela S.A.) en Chuao.
Le dije a Siomi que “La Pelona” (La Muerte) podría esperar. Que no nos podíamos perder aquella marcha, a pesar de que llevaba MESES atacando la manera en que nuestros líderes nos ponían a marchar con pitos y tambores… como unos mismísimos pendejos. Además, María Carolina estaba con nosotros y no quería que ella se perdiera ese evento, pues todos sentíamos en los poros el llamado a la sublevación.
A duras penas pudimos llegar al edificio donde vive mi hermano, a media cuadra de la Plaza Altamira, bastión de la oposición venezolana en Caracas. Ahí dejamos el carro y, poco a poco, con la ayuda de Siomi y María Carolina, nos fuimos caminando hacia el punto donde se estaba congregando la mayor manifestación que, hasta ese entonces, había conocido Venezuela.
Al llegar al punto de congregación nos encontramos con una afamada politóloga, que había estudiado bachillerato con Siomi en el colegio de monjas “Mater Salvatoris” (de Las Mercedes, en Caracas) y nos unimos a ella.
La amiga de Siomi nos dijo que en una reunión que se había efectuado en Fedecámaras la noche anterior, se había acordado llevar la manifestación hacia Miraflores. Eso me impresionó. Pensé que si aquella gente se metía en el Palacio de Gobierno, a Chávez le quedaban horas de vida.
Cuando comenzamos a marchar, ya no necesitaba de la ayuda de nadie para caminar al mismo ritmo de los manifestantes. Ya sabía, antes de comenzar, que terminaríamos en Miraflores, porque la amiga de Siomi estaba bien conectada con Fedecámaras y no tenía razón para “correr bola” a aquellas alturas del juego.
Llegamos al Cubo Negro, un edificio que está frente a la sede de PDVSA y decidí tomarme un descanso que muy pronto fue interrumpido por el grito de uno que estaba montado en la tarima que se había colocado frente a la sede petrolera, donde llamaba a la gente a marchar hacia Miraflores.
Ahí mismo me levanté y le dije a Siomi y a María Carolina que para allá nos íbamos. Siomi protestó, pero de nada sirvieron sus protestas. Los ojos de María Carolina se le querían salir de su cara. La noté muy nerviosa. Nos compramos unas cuantas botellitas de agua y una bandera venezolana que todavía conservo en el exilio y la cual me la trajo un conocido que llegó a Miami a visitarme en el año 2004.
Cambié el refrán que asegura que después de París, morir… por: “después de esta marcha, morir”. No me iba a perder “La Toma de Miraflores”, así tuviera que llegar en cualquiera de las muchas ambulancias que ya se dirigían hacia el oeste.
Caminamos sin descansar hasta llegar frente a la Universidad Central de Venezuela, donde me tuve que sentar por más de media hora… lo que, posiblemente, nos salvó de morir o de ser heridos por las balas de los esbirros del régimen.
Mientras descansaba vi pasar a muchos de nuestros líderes, incluyendo al amigo Oswaldo Álvarez Paz, quien siempre había mantenido una posición similar a la mía y a quien le tenía mucha admiración y respeto. Vimos también pasar a varios inválidos en sillas de rueda… mujeres, niños, ancianos. Todos iban para Miraflores, a recuperar a Venezuela.
Sentí que podía seguir y continuamos la marcha hacia el centro de Caracas. Al llegar a las inmediaciones de la Avenida Bolívar, vimos a unos jóvenes corriendo en dirección contraria a la marcha. Iban gritando advertencias muy serias: “¡No sigan, no sigan… que allá adelante están matando a la gente… eso está muy feo!”
Comenzaron a pasar más ambulancias y muchísimos policías motorizados de la Metropolitana, que entonces estaba de nuestro lado. Algunos policías hicieron una barricada humana para que la gente no siguiera marchando hacia el oeste, donde se estaba desatando el horror… ¡se estaba llevando a cabo una verdadera masacre!
Buscamos una vía alterna hacia el norte y terminamos en el Hotel Hilton, donde vimos a miles de personas correr de una manera anárquica. Entonces pensé que la cosa era demasiado seria y que jamás podríamos llegar a Miraflores. Paré el primer taxi que nos pasó por el lado y le pedimos que nos llevara de regreso a Altamira.
En el taxi, escuchamos el discurso pausado de Chávez, que se transmitía en vivo y en directo, mientras sus asesinos masacraban a nuestros hermanos venezolanos. Pero de eso nos enteraríamos después. Al escuchar a Chávez hablar desde Miraflores, tan tranquilo, me di cuenta de que la marcha había fracasado… como fracasaba la mayoría de todas las marchas que montaba la oposición.
Esa noche, ya en Daktari y luego de verificar – con mis propios ojos – que los Rodríguez habían abandonado “Las Cascaritas”, sintonizamos Globovisión. Luego vino lo de la renuncia de Chávez y todo lo demás, un evento histórico que todavía hoy no está muy claro en mi mente y sobre el cual tengo serias dudas.
Luego de analizar, profundamente, los eventos de aquel impresionante movimiento cívico que desembocó en la tristemente célebre “Masacre de Miraflores”, decidimos estudiar un método de sublevación cívica que tuviera el éxito deseado y donde se evitara el derramamiento inútil de sangre.
Luego de muchos estudios, profundos y serios, asesorados por expertos en la materia, me topé con el concepto original de “La Guarimba”. Una tarde nos reunimos en un cafetín del Centro Comercial El Marqués, en la urbanización del mismo nombre, con Genaro Bolívar, fundador de la red cibernética antichavista más grande que existía entonces en Venezuela (“Tierra de Gracia”), hoy fallecido. En esa reunión nos acompañaron varios personajes importantes, entre ellos el hijo de uno de los generales de la época de Pérez Jiménez, quien – desde la resistencia y estando activo en el ejército – participó en su estrategia. Esa tarde, el 14 de junio de 2002, nació “La Guarimba Moderna”, que luego llamaban “La Guarimba de Robert Alonso”, a la que ahora llamo “La Guarimba de La Victoria”, como la muestro en el siguiente video:
http://video.google.com/videoplay?docid=-7665580286840949114&ei=b0mBSc_lDInWqQL35KTnCg&q=guarimba+de+la+victoria&hl=en
Entonces el 99.9% de los venezolanos no había oído hablar de ella, como una estrategia de sublevación cívica, pues jamás se hizo popular en sus momento de origen, durante la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez. A punta de tenacidad y desde territorio venezolano, sentado en mi biblioteca de la Finca Daktari, me propuse darla a conocer – ya modificada y actualizada – a todos mis lectores, quienes ya sumaban varios cientos de miles.
Una tarde, mientras revisaba el correo electrónico que recibía de mis lectores, me encontré con una nota que me enviaba el General Efraín Vásquez Velasco, quien fuera el jefe del ejército para la fecha en que se produjo “La Masacre de Miraflores” y “la renuncia” de Hugo Rafael Chávez Frías.
Como dentro de mis lectores había cualquier cantidad de oficiales, activos y retirados, de la gran familia militar venezolana, el General Vásquez Velasco se encontraba entre ellos. La nota que recibí de él era escueta. Quería conocerme y reunirse conmigo personalmente… y me enviaba el número de su teléfono celular.
El General Vásquez Velasco escogió el Hotel Tamanaco para nuestro encuentro, algo que me sorprendió, si su intención era mantener en secreto nuestra reunión. Pero como no quería darle muestras de desconfianza, acepté el lugar y la hora y allí nos encontramos.
Estuvimos hablando por más de cuatro horas sin parar. Quería que supiera, paso por paso, su verdad sobre los eventos del 11 de abril (de 2002) y lo que sucedió después, donde él tuvo una participación histórica, que luego fue muy criticada por el país opositor.
Me encontré con un ciudadano sencillo. Más que un ex general del ejército (el hombre que llegó a ser el más poderoso de Venezuela, durante unos días), parecía un sacerdote de comarca. Hablaba con voz suave, pero enredado, apurado… de una manera, si se quiere: desordenada. Era evidente que tenía mucho que contar y poco tiempo para hacerlo.
Su disertación era interrumpida por cualquier cantidad de gente que al pasar frente a nosotros le saludaban con afecto y respeto: “¿cómo está mi general?”, era el saludo que más se repetía… “muy bien, gracias, ¿y usted?”
Con cada interrupción, “Mi General”, como ya comencé a llamarlo, tenía que hacer un esfuerzo para retomar aquella interesantísima narración, la cual me hizo sentir muy privilegiado.
Debió haber sido verdad lo que me decía, pues jamás, de haber sido él, me hubiera atrevido a divulgar muchas de las cosas que me dijo, donde su imagen de hombre duro y fuerte sufriría un revés irreversible. Por ejemplo, me dijo que cuando “le robaron a Chávez” y se “lo llevaron” para la isla de La Orchila, recibió una llamada del embajador plenipotenciario de Cuba en Venezuela, Germán Sánchez Otero, quien le ADVIRTIÓ que tenía al Comandante en Jefe, Fidel Castro, en la línea y le quería informar que si algo le pasaba a Chávez, él y el resto del generalato que lo acompañaba, serían pasados por las armas.
Esa historia me la volvió a repetir en el aire, cuando lo entrevisté – meses después – en el programa de radio que transmitía desde Venezuela a Miami, “La Mesa Redonda” de Radio Mambí, entrevista que reproduje en mis escritos y que fue resaltada en primera página en el diario El Sol de Margarita, único medio de comunicación que se hizo eco de tan bochornoso hecho para la historia contemporánea venezolana.
“Mi General… ¿y usted qué le respondió al embajador Sánchez Otero?” Yo pensaba que me iba a decir que le había dicho algo así como: “¡Váyase al recontracoñísimo de la grandísima puta madre que lo parió…!” Pero no. Su respuesta fue que en verdad no sabía dónde se habían llevado a Chávez y que no tenía los números telefónicos de los generales porque su secretaria no se había presentado a trabajar ese día, debido al “zaperoco”.
Por cierto, esa no fue la primera vez que Fidel Castro amenazaba a las fuerzas armadas de Venezuela, limpiándose el trasero con los generales, los jueces, fiscales y el gobierno de nuestro país.
Luego de cuatro años de juicio a los cuatro indiciados - Luis Posada Carriles, Orlando Bosch Ávila, Hernán Ricardo y Freddy Lugo - por la voladura del avión de Cubana de Aviación, hecho acaecido en aguas internacionales frente a las costas de Barbados en octubre de 1976, el tribunal militar colegiado del Consejo de Guerra Permanente de Caracas los encontró inocentes. Entonces, Fidel Castro desde Cuba y ante una multitud de un millón de cubanos, profirió la siguiente amenaza, sabiendo que el caso tendría que elevarse, automáticamente, a la corte superior, es decir, a la Corte Marcial, que entonces estaba presidida por el General Elio García Barrios, de quien más tarde nos enteraríamos que era un gran amigo y admirador de Castro: “No caben aquí excusas ni pretextos de ninguna clase. Todo el mundo sabe que ellos fueron los autores del sabotaje, todo el mundo lo supo desde los primeros días y las pruebas eran irrebatibles; las autoridades venezolanas saben que están absolviendo a los culpables. Si son liberados, en definitiva, los autores de ese repugnante y monstruoso crimen, Cuba considerará a ese fiscal, a esos jueces y fundamentalmente al gobierno de la República Venezuela, como los responsables del monstruoso crimen cometido el 6 de octubre de 1976.”
A los generales venezolanos de entonces, lo único que les faltó fue pintarse las palmas de sus manos de blanco, dar aplausos al aire y gritar: “¡generales, generales!”, al más puro estilo de nuestros pacifistas estudiantes de hoy… pero en aquellos tiempos todavía en Venezuela no se había inventado esa extraordinaria y valiente herramienta de lucha para combatir al Castro-Estalinismo Internacional.
Podríamos decir que, en parte, perdimos a Venezuela porque nuestros oficiales se le apendejaron a Fidel Castro. Así de sencillo. El conocer a esa “gran familia”, me llevaba a dudar, muy seriamente, que hubo una presión por parte de “los militares”, para que Chávez “aceptara” su derrota del 2D2007, sobre todo, tomando en cuenta que ya la mata, dentro del estamento castrense, había sido meneada con el evento de “la renuncia” de Chávez y con los “alzamientos” en la Plaza Altamira. ¿Cuáles militares quedaban entonces para “latirle” al sátrapa frente al palacio de Miraflores?
Ver los cinco videos sobre el “Caso del Avión Cubano”:
http://www.mrr.name/VIDEO83.htm
http://www.mrr.name/VIDEO84.htm
http://www.mrr.name/VIDEO85.htm
http://www.mrr.name/VIDEO86.htm
http://www.mrr.name/VIDEO87.htm
Nota: El juicio a los cuatro indiciados por el sabotaje del avión de Cubana de Aviación, ha sido el proceso judicial más largo en la triste historia jurídica venezolana. Duró cerca de 11 años. Erróneamente se cree que el de mayor duración ha sido el juicio a los tres oficiales de la Policía Metropolitana, Simón Simonovis, Henry Vivas y Lázaro Forero, en época de Chávez. Venezuela fue condenada en varias oportunidades por organismos internacionales por negación de justicia, al violar los derechos de los cuatro indiciados, uno de los cuales, Luis Posada Carriles, terminó fugándose de la prisión, luego de casi una década sin sentencia definitiva, a pesar de haber sido considerado inocente en un tribunal militar de primera instancia.
Vean este otro video, muy importante:
http://www.mrr.name/VIDEO88.htm
Nota: A mi regreso a Miami, cuando – gracias a aquella sentencia de un juez federal de Inmigración – me fue posible salir de mi escondite en el estado de Washington, María Elvira Salazar me invita a su prestigioso programa para tratar, entre otros, el tema de la explosión del avión de Cubana de Aviación. Como era un tópico muy extenso, decidimos presentarlo en tres partes que fueron grabadas en el mismo día. El video que ustedes acaban de ver es parte del segundo programa, en el que me despido adelantándole a la teleaudiencia que al día siguiente, concluiríamos el recuento, precisamente, sobre uno de los puntos más importantes, donde se implica a fondo a Ricardo Morales Navarrete, (el “Mono Morales”), un cubano que fungió de Jefe de la División 54 en Venezuela con el grado de “Comisario General”, quien – por cierto – fue nacionalizado por el gobierno de Carlos Andrés Pérez luego de estar, apenas, unos meses en el país, un hecho más que irregular que el entonces ministro del Interior de Venezuela, Antonio Lepage, reconoció y “justificó” por razones de “seguridad de Estado”, ya que un extranjero no podía ostentar tal cargo. La División 54, dentro de la DISIP, es – o era –la que se encarga de la Contra-Inteligencia.
Bien. Por alguna razón que hasta hoy no he descubierto, ese tercer programa NO SALIÓ AL AIRE… y lo que es peor: jamás me volvieron a invitar a programa alguno de televisión en la ciudad de Miami. Muchas estaciones de radio se sumaron a ese “veto”. No me fue posible, en tierras de libertad (en “El Imperio” mismo), terminar de echar “el cuento”.
Según me siguió narrando “Mi General”, él – siendo Jefe del Ejército – no sabía qué estaba sucediendo en las inmediaciones del Palacio de Miraflores, aquella tarde del 11 de abril de 2002. De no haber sido por su hijo, quien lo llamó por teléfono para advertirle que estaban matando gente en las calles y para preguntarle qué iba a hacer él al respecto, no se hubiera enterado… al menos, “tan pronto”.
Quiso poner la televisión, pero ésta no le funcionó en su despacho. Entonces fue que llamó a su plana mayor y se reunió con sus generales. En la noche, cuando ya Chávez sabía que la alta oficialidad de las cuatro fuerzas le daría la espalda, hizo que un fulano coronel de la aviación llamara a “Mi General” para amenazarlo con bombardearlos a todos si no se cuadraban con él. Como “Mi General” no conocía al coronel que lo llamaba por teléfono, les pidió a sus asistentes que le averiguaran quién era aquel “tercio”. Al comprobar que era un payaso, siguió con el plan de abandonar al “señor presidente” (porque todavía a esas alturas, de manera muy respetuosa, “Mi General” se refería al sátrapa como de “Señor Presidente”), lo que fue anunciado por él a los pocos minutos, en la noche del 11 de abril (de 2002), en cadena nacional de radio y televisión.
Luego todos vimos y escuchamos al Comandante en Jefe, de tres soles, el General de División Lucas Rincón, anunciarle al país nacional: “Se le solicitó al Señor Presidente de la República, la renuncia de su cargo, la cual: ¡aceptó!”
Ver video en la siguiente dirección:
http://www.mrr.name/VIDEO55.htm
Según “Mi General”, ese anuncio hecho por Lucas Rincón, un personaje quien, como el Zocotroco cubano, si se cae come yerba, era parte de la estrategia de Chávez para mantenerse en el poder. El plan, según la historia de Vásquez, era que Rincón anunciara su “renuncia”, pero que se mantuviera con el poder militar. El tiro, al parecer (y según “Mi General”), le salió por la culata a Chávez, cuando el general de tres soles, también renunció, junto a su Estado Mayor Conjunto. ¡Le había salido pataruco (machorro) el gallo a Chávez!
Así se quedaba “Mi General” con el control absoluto de Venezuela, algo que él mismo me aseguró no haberse imaginado jamás.
En eso Chávez es trasladado, vestido de soldado, con la apariencia de un mono grande, al Fuerte Tiuna, donde se encontraban todos los altos oficiales insurrectos. Me contó que el General (de Brigada) Néstor González-González, se le fue encima y que Chávez, cobardemente, se parapeteó detrás del cuerpo de “Mi General”, buscando protección para que González-González no lo abofeteara… o le cayera a coscorrones (cocotazos).
Como la vida de Chávez peligraba, “Mi General” decidió trancarlo en un cuarto, cercano a su oficina y puso a dos oficiales de baja graduación a cargo de la “seguridad” del mono. “¡Me lo cuidan con sus vidas!”, me dijo Efraín que les ordenó a los jóvenes oficiales.
Como ya era muy tarde y “Mi General” se encontraba muy extenuado, se fue a dormir a su casa, pero al día siguiente, apenas se levantó, se le ocurrió averiguar qué era de la vida del “ex señor presidente”, que para entonces ya había renunciado, con su puño y letra y había pedido un avión para salir hacia Cuba, petición que “Mi General” negó, porque había habido hechos de sangre que involucraban, directamente, a Hugo Chávez y, consideró él, tenía que ser juzgado en Venezuela.
Eso que se dijo que Chávez pidió 7millones de dólares para irse es, según “Mi General”, un cuento chino. Chávez estaba “más asustado que palo de gallinero” y lo único que quería era irse del país a buscar refugio bajo las barbas de Castro, su mentor y “padre”.
Cuando “Mi General” llamó a su despacho para averiguar qué era de la vida de Chávez, se le informó que “se lo habían robado”. “¿Se lo habían robado, Mi General?” le pregunté tremendamente asombrado. “Sí, se lo robaron y no me dijeron a dónde se lo habían llevado. Ya Chávez no estaba bajo mi protección ni bajo mi responsabilidad, por eso es que no pude hacer nada cuando el embajador cubano me llamó para decirme que si algo le pasaba al señor presidente nos matarían…”
No, no, no, no… Había oído historias absurdas en mi ya-larga vida, pero ninguna comparada con lo que estaba escuchando, por eso es que le dije a mi mujer, cuando llegué a la casa, que creía todo lo que “Mi General” me había contado, porque yo jamás hubiera divulgado tales cosas, si hubiese sido el protagonista de aquel absurdo. ¡Me hubiera llevado mi bochorno a la tumba!
“Mi General, ¿y a usted no se le ocurrió suicidar a Chávez para ahorrarle desgracias a Venezuela y al mundo?” Le pregunté anonadado por aquella narración histórica. “No, Robert, nosotros no fuimos educados para el asesinato. Yo lo quería llevar ante los tribunales.” Claro, era muy fácil para mí hacerle esa pregunta, meses después de los eventos, cuando Chávez recuperó – increíble y asombrosamente – el poder. Para Efraín, durante aquellas horas donde tuvo “sus quince minutos de gloria”, Chávez terminaría tras las rejas, donde si a mí me hubieran dejado, lo atormentaría por el resto de su vida, obligándolo – día y noche – a escuchar todas sus cadenas (transmisiones de discursos y “charlas”) llenas de pendejadas.
Desgraciadamente para Venezuela, en el momento en que más necesitamos de un “gorila” (aunque después hubiéramos tenido que encerrarlo en una jaula en el zoológico) al frente del ejército, “Forjador de Libertades”, en nuestro país, teníamos al oficial más institucionalista, más demócrata, más correcto, más humano y más humanista que jamás haya pasado por nuestras fuerzas armadas, desde que Simón Bolívar se le alzó a la corona española y promulgó el “Decreto de Guerra a Muerte”.
Justamente, por esas cualidades que adornan a “Mi General” y lo hacen ser una persona fuera de serie, bajo los parámetros de nosotros, los venezolanos, tuvo que sufrir el injusto repudio nacional y junto a Don Pedro Carmona pasó a ser el culpable de que Chávez hubiera regresado al poder… si es que algún día lo dejó.
En el año 2004, cuando ya la situación de Venezuela estaba en candela pura, unos días antes de “La Guarimba” de febrero y marzo de ese año, “Mi General” me envió un correo diciéndome que él estaba dispuesto a morir por una serie de conceptos que yo había enviado a la red - en un intento de sacar a flote los sentimientos más patrióticos de mis lectores, a ver si se arrechaban todos de una buena vez y salíamos a las calles, a comernos el mundo. Efraín me escribió: “Robert, cuenta conmigo para lo que sea que estés planeando. Yo estoy dispuesto a dar mi vida por todo eso que mencionas en tu correo.” Estoy seguro de que me estaba diciendo la verdad, porque “Mi General” habla con su corazón y lo que dice no pasa, primero, por el filtro de su cerebro, como es el caso de todos esos políticos que dicen una cosa en privado y otra, muy distinta, cuando se dirigen al público.
Efraín me llegó a decir que él no podía salirse de las normas, porque, entre otras cosas, no hubiera tenido dinero para pagar a un abogado, en el caso de que las cosas no hubieran salido como Venezuela esperaba. “Mi General”, además de sincero, era un oficial honesto.
Inspirado por el personaje, el 22 de febrero de 2003, lancé en mi red un escrito titulado “Mi General”, el cual reproduzco a continuación:
“Mi General”
Por Robert Alonso
No sé cuantas cartas he recibido ya de gente que me pregunta qué debemos hacer para salir de este cáncer que cada día crece y crece peligrosamente. Por supuesto que me siento tremendamente halagado, pero injustamente reconocido y profundamente comprometido.
Tengo una sola certeza sobre la cual podría jugarme la vida contra un pedazo de la uña del dedo chiquito del pie de cualquiera: cada hora que pasa nos aleja más de lo que ustedes y yo conocemos como Venezuela. Cada hora que pasa aleja a este país de la posibilidad de enrumbarse por el camino adecuado, el mismo por el cual se debió enrumbar hace muchos años.
Todo ser humano ha sido impactado por otro ser humano alguna vez en su vida. En mi caso, he tenido la suerte de conocer a muchos individuos que han dejado huella en mí. Algunos los he conocido personalmente, otros no. Uno de esos personajes que han hecho mella en mi conciencia, ha sido el General Efraín Vásquez Velasco, a quien he tenido la suerte de conocer personalmente.
Personas como el General Efraín Vásquez Velasco, como la Profesora Carolina Jaimes Branger y tantos otros que existen o deben existir, dan la cara por el resto de nosotros que flaqueamos en un momento dado, cuando lo que debe prevalecer son los más inquebrantables principios morales que aprendimos en nuestros hogares y en nuestras escuelas.
Al General Vásquez Velasco lo escuché narrar los eventos que sacaron del poder al “Sr.” Hugo Chávez Frías, así como las situaciones que lo regresaron al mismo lugar donde estaba en la noche del 11 de abril de 2002. Ha dicho mucho, sin intentar buscarle la vuelta que lo pudiera eximir de cualquier error que haya podido haber cometido. Como no estuve presente en esos hechos y él sí, mal podría juzgarlo, en caso de que hubiera algo por el cual deba ser juzgado – más que por una corte conformada por seres humanos – por la historia misma, que a veces es todavía más injusta e implacable.
El General Efraín Vásquez Velasco ha comentado en muchas de sus entrevistas, dos eventos tremendamente importantes, donde pudiera esconderse la clave para recuperar la patria, en caso de que la mayoría de los ciudadanos de este país llegase algún día a considerar que está perdida o que esté en peligro de perderse. Veamos.
Uno de los oficiales más institucionalistas y rectos que ha pasado por la Dirección General del Ejército de Venezuela – el General Efraín Vásquez Velazco – le dijo valientemente al Presidente Chávez en la noche del 11 de abril de 2002, que hasta entonces lo acompañaba y le sería fiel. Alegaba que no podía hacerse cómplice con su fidelidad hacia la investidura del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, ante la orden emanada del “señor presidente” de sacar el ejército a las calles para masacrar al pueblo venezolano. Aquello fue la espoleta que hizo explotar una serie de eventos anárquicos no programados ni planificados a muchos niveles de la sociedad, de las fuerzas vivas, de otros componentes de las Fuerzas Armadas y del propio gobierno, tal y como estaba conformado entonces.
Toda aquella reacción en cadena fue provocada por el simple hecho de negarse, el General Efraín Vásquez Velasco, a masacrar a un pueblo que – desarmado – pedía una solución política a la grave crisis que entonces ya vivía Venezuela.
Lo que vino después es digno de un análisis más profundo que no tiene que ver con lo que hoy nos ocupa: la recuperación de la patria. Sin embargo, cuando los afectos al régimen se agruparon y se organizaron, llamaron a su pueblo a las calles para defender al “señor” Chávez, quien se encontraba detenido en la isla de La Orchila, como todos nosotros sabemos.
Según Chávez, fueron millones de personas que se lanzaron a las calles. Según el General Efraín Vásquez Velasco fueron unas treinta mil. Vamos a aceptar que fueran unas diez mil… ¿cinco mil? Eran, sin duda, muchos venezolanos que salieron a las calles a pedir por la restitución del líder que ellos seguían.
El General Efraín Vásquez Velasco, como Jefe del Ejército y administrador de las tanquetas y de las tropas, estuvo – por segunda vez en su vida – ante una disyuntiva de masacrar a su pueblo, un pueblo diferente en lo ideológico al que se negó a masacrar días antes, pero idéntico en lo humano y en su gentilicio a aquel que había salvado ya. ¿Es trampa lo que es igual?
Lo interesante de esta historia, más allá de la lealtad – a Dios gracias – que el General Vásquez Velasco le guarda al ser humano como tal, es que tanto la “caída” como la “reposición” del “señor” Chávez, fue producto del pueblo en la calle, dispuesto a exigir lo que creía era justo.
Ese pueblo no estaba armado. No tenía como norte la violencia per sé, aunque estaba dispuesto a mucho. Ambos bandos merecieron sus logros… y el ejército no se prestó a la masacre.
¿Qué debemos hacer? Ya desde la tarde del 7 de abril, los efectivos afectos al régimen del “señor” Chávez, estaban planificando un plan defensivo. ¿Es que esperaban una insurrección? Según el General Vásquez Velasco, no se sabía de nada en concreto que proviniera de las Fuerzas Armadas. No. La gente de Chávez se estaba preparando para una acción popular, cívica y logró sus objetivos, pero falló en la logística. He ahí el gran error de aquella gesta salpicada inútilmente con la sangre de nuestro pueblo.
¿Golpe de estado? ¿Auto golpe? ¿Vacío de poder? No: ¡despelote! Ante aquel despelote que siguió después, el oficialismo se dio cuenta de la debilidad organizativa de aquel “movimiento” sin otro dueño más que el pueblo mismo, y – que como no había un líder – se nos metieron los chavistas por la retaguardia y ante nuestro fatal y mortal triunfalismo, mientras poníamos todos el caldo morado, no sacaron del juego y aprendieron – ellos – mil lecciones.
Eso – a vuelo de pájaro y para no entrar en detalles – fue la historia de cómo recuperamos la patria para perderla antes de que nos cantara un gallo.
Pero nos quedó el extraordinario e importantísimo testimonio del General Efraín Vásquez Velasco. ¿Quedarán más “vásquez-velascos” en las Fuerzas Armadas de hoy? Yo creo que sí. Yo creo que la mayoría de nuestros oficiales son como “Mi General”. También creo que no habrá otra opción que ponerlos a prueba cuanto antes y confiar – hoy más que nunca – en Fuenteovejuna.
Robert Alonso
Finca Daktari
El Hatillo, 22 de febrero de 2003
Luego, con el tiempo, hice cierta amistad con Efraín y su esposa, a quienes mi mujer y yo en una oportunidad agasajamos con un hervido en nuestra finca. En uno de esos encuentros, ya amistosos, Efraín me contó la anécdota de su primer viaje a Cuba, invitado por el Dr. Fidel Castro Ruz.
La dirigencia militar, compuesta por la alta oficialidad, fue invitada a “pasear” por Cuba en una estrategia para engatusarla por ese encantador de serpientes que era Fidel Castro. Efraín iba en esa comisión como uno de los oficiales de mayor rango.
Una noche llevaron a los oficiales venezolanos a disfrutar del ambiente, la comida y la música en el famoso bar, “La Bodeguita del Medio”, uno de los lugares nocturnos cubanos que más frecuentaba Ernest Hemingway, autor – entre muchas otras obras de la literatura norteamericana – del “Viejo y El Mar”, excelente novela inspirada en la aventura de un pescador cubano.
Había un trío de músicos cubanos que el régimen había enviado para entretener a nuestros oficiales. Cuando ya habían cantado las canciones de su repertorio, uno de los músicos le preguntó a Efraín si quería escuchar alguna canción cubana. “Sí”, respondió “Mi General”: “¡Cuando salí de Cuba!”
Robert Alonso
robertalons.vip@gmail.com http://www.mrr.name/ http://twitter.com/RobAlonso
XXXXXXXXEL MANIFIESTO
XXXXXXDE LA NUEVA LUCHA
XXXXX(“MANIFIESTO DE LA LIBERACIÓN”)
I. EL ÚNICO OBJETIVO
El único objetivo de esta nueva lucha es erradicar de suelo patrio a los regímenes que nos han mancillado la libertad y los más elementales derechos consagrados a la humanidad.
II. EL CAMINO HACIA ESE ÚNICO OBJETIVO
Unir a nuestra sociedad civil en torno a una nueva lucha: la resistencia no-violenta cuyo fin será la sublevación cívica, activa, generalizada y sostenida; la cual, a su vez, busca provocar la insurrección (implosión) militar necesaria para deponer al enemigo apátrida del poder.
III. AL FINALIZAR LA LUCHA
Al finalizar la lucha para defenestrar a los regímenes deslegitimados y traidores, se instalaría en nuestros países un gobierno cívico-militar que pondría orden en la sociedad, haría justicia y sentaría las bases para la redacción de una nueva constitución con la participación de todos las fuerzas vivas democráticas existentes.
IV. CARACTERÍSTICAS DEL ENEMIGO
Debemos comenzar por conocer y entender al enemigo como un ente apátrida y traidor que no conoce fronteras, que desconoce la piedad y que empleará todos los medios disponibles para justificar su único fin: mantenerse firme y eternamente en el poder, en pro de su beneficio personal y el de unos pocos.
Para el enemigo es mantenerse en el poder o morir. No hay otra. Estamos hablando de una muerte física, ya no política. Hugo Chávez, por ejemplo, está consciente de que el día en que él pierda el poder, perderá la vida física porque no podrá mantener la seguridad que hoy le ofrece su régimen. Para el enemigo es seguir “comiendo gallina”, so pena de “morir arponeado”.
Ante tal contrincante no hay tregua. No hay posibilidades de entendimiento... de diálogo ni de esperanzas de eliminarlo por medio de la vía electoral. A un enemigo así hay que sacarlo con fuego: el fuego de la sublevación cívica, activa, generalizada y sostenida que desemboque, irremediablemente, en una insurrección militar.
V. CON QUÉ CUENTA EL TIRANO
El tirano tiene dos grandes recursos: dinero y armamento militar, precisamente con lo que no cuenta la sociedad civil. Para nosotros, el enemigo es invencible en el campo militar, en el campo de la violencia. La violencia le es de su absoluto monopolio, su mayor aliado, de ahí la necesidad de luchar en un plano diferente, donde él no cuente con recurso alguno.
El enemigo, además, tiene el apoyo incondicional de la llamada “comunidad internacional”, porque allá afuera se es alérgico a los cambios radicales que pudieran poner en peligro a sus propios intereses. Por ejemplo, una desestabilización sostenida del régimen actual en Venezuela, desestabilizaría el mercado energético a nivel mundial, lo que traería un instantáneo dolor de cabeza en los ámbitos políticos y económicos en los países industrializados del llamado “Primer Mundo”.
Para eliminar ese apoyo incondicional del cual hoy son acreedores estos regímenes, debemos afectar – sostenidamente – los intereses internacionales y para eso, la mejor manera es “embasurando” al país oprimido mediante una paralización total, absoluta y sostenida... a través de la sublevación cívica no violenta. Un verdadero, efectivo y sostenido PARO GENERAL.
Una vez que la “comunidad internacional” entienda que el desbarajuste se mantendrá indefinidamente en el país convulsionado mientras las existentes autoridades estén frente al poder y que la sociedad civil de ese país no tiene la más mínima intención de amainar la resistencia, otro gallo le comenzará a cantar al régimen y esa “comunidad internacional” cambiará inmediatamente de bando, colocándose del lado de la inminentemente nueva opción de poder, es decir: del lado del pueblo sublevado.
VI. CON QUÉ NO CUENTA EL TIRANO
El enemigo no cuenta con el apoyo incondicional de la inmensa mayoría del pueblo, así parezca lo contrario en regímenes en los cuales se ha implantado el terror como un método de “seguridad ciudadana” y existe una doble moral, donde cada quien lleva puesta una careta. Una vez que ese pueblo mayoritario explote de manera generalizada y sostenida, no habrá forma de controlarlo. Los tiranos lo saben y le temen a las sublevaciones.
Precisamente, la carencia del enemigo es nuestra mayor herramienta. Nosotros contamos con ese pueblo mayoritario: ¡nuestro gran ejército! Es a ese pueblo a quien debemos comprometer en la lucha de resistencia no-violenta.
Si bien el enemigo cuenta, por ahora, con el apoyo internacional, ese apoyo es efímero y se disolverá de inmediato al entender - la “comunidad internacional” - que el pueblo está decidido a cambiar de autoridades y a defenestrar a la tiranía.
Será la “comunidad internacional”, entonces, un valioso aliado que hará su parte para presionar al tirano a que abandone el poder para buscar con ello la estabilidad regional y, en casos como Venezuela: la estabilidad energética mundial.
Pero no nos engañemos. El régimen puede perder absolutamente todo el apoyo del pueblo, que si éste no se subleva es como si ese apoyo no lo hubiera perdido. La historia está llena de ejemplos de países subyugados por odiosas tiranías y las mismas se mantuvieron por décadas en el poder a través del terror, porque sus pueblos jamás fueron inducidos a la sublevación y equivocaron sus métodos de lucha... hasta un día.
VII. CUÁL ES NUESTRO RETO INMEDIATO
Nuestro reto inmediato debe de ser cohesionar a la sociedad civil en un ente compacto y dispuesto a seguir las instrucciones dentro de una estrategia YA PROBADA de lucha, que obedece a la modalidad de la resistencia no-violenta.
Debemos comprometer a ese pueblo opositor a que se una a la resistencia de una manera activa, participativa y decidida.
El primer paso es el de educar a la sociedad civil a sublevarse de manera activa, generalizada y sostenida, donde se logre el ÚNICO OBJETIVO de derrocar la tiranía con el menor trauma posible. Cada gota de sangre de nuestros hermanos es parte del tesoro nacional. Debemos preservar cada gota de nuestra sangre para la reconstrucción del país.
No es fácil educar a todo pueblo, sin embargo, nuestras instrucciones son sencillas, como veremos más adelante. El enemigo puede enterarse de esta estrategia sin mayores peligros para la sociedad civil, ya que las tiranías no cuentan con los recursos para combatirla. Además, los regímenes totalitarios, a estas alturas, conocen muy bien qué les viene encima cuando un pueblo se une en torno a la resistencia no-violenta.
Los regímenes harán todo lo posible – e imposible – para evitar que un movimiento de resistencia no-violenta tome fuerza, pero cuando vean que el intento es fallido y la sociedad está decidida a organizarse en un solo bloque, comenzarán a “pedir cacao”... a intentar diálogos de “entendimiento”. Al final empezarán a derrumbarse y a perder afectos dentro de sus cuadros internos, tanto políticos como militares. Esa es la experiencia histórica que los tiranos todos conocen y toman muy en cuenta. Hemos oído, por ejemplo, por la boca del propio Hugo Chávez, el daño que las estrategias de resistencia no-violenta les han causado a grandes tiranos de la historia contemporánea y así lo ha relatado en cadena, asombrosamente y a modo de queja, el tirano venezolano.
VIII. TOMEMOS LA OFENSIVA
Hasta ahora los regímenes totalitarios han sido exitosos en tomar y mantener la ofensiva. Por ejemplo, Chávez planifica todas las semanas la agenda de la oposición venezolana en su espacio mediático (radio y televisión) “Aló Presidente”, al anunciar una “bomba” cada domingo. Eso genera una reacción DEFENSIVA de la oposición y así la entretiene durante siete días, hasta el próximo programa... o nuevo escándalo.
Es necesario que los medios de comunicación reseñen las noticias que genera el “oficialismo” de manera casual, pero que nuestros comunicadores no se hagan eco de ellas. Al contrario, pongamos al régimen a comentar las nuestras.
IX. RETÉMOSLE E IGNORÉMOSLE
La verdadera resistencia es un constante retar al régimen. No debe pasar un día en el cual no lo retemos.
La sociedad civil puede organizar eventos - a modo de “tareas” – que reten al régimen. Estos eventos deben de ser ingenuos y absolutamente legales. Por ejemplo, se puede organizar una jornada de varias horas donde todo el pueblo opositor salga al frente de sus respectivas viviendas y, sin obstaculizar el tránsito, rezar el rosario. Todo un pueblo unido rezando el rosario... MOSTRANDO SU RECHAZO AL RÉGIMEN.
Otra “tarea” para retar al régimen podría ser ponerse todos de acuerdo e ir a visitar a un connotado preso político. En ninguno de estos casos habrá necesidad de solicitar permiso para manifestar. No se trata de una marcha organizada.
Claro está que ese reto establecerá un dinamismo que se irá evaluando sobre la marcha, porque no sabemos cuál será la exacta reacción del régimen ni podemos calcular su nivel o intensidad en el campo de la represión.
Al mismo tiempo en que retamos al régimen, lo ignoramos. Debemos pretender que no existe. De hecho: ¡no existe! En Venezuela se levanta el edificio donde una vez funcionó el Congreso Nacional, pero quienes se reúnen hoy en su inmueble, que ahora mientan “asamblea” (como en Cuba), no tienen legitimidad. No los podemos re-legitimar tomándolos en cuenta para nada. Son fantasmas. Uno no se sienta a hablar con fantasmas a menos que se trate de una sesión espiritista. Tomar en cuenta al régimen y a sus acólitos es hacerles el juego y caer en el campo donde ellos se sienten a sus anchas.
No debemos pedirles absolutamente nada a las entidades del régimen. No hay que introducir nada ante la Fiscalía General ni acudir al Tribunal Supremo de Justicia para nada. Esos organismos, al igual que el Congreso, son cascos vacíos usurpados por fantasmas temporales. Por supuesto que no acudiremos a municipio alguno para solicitar permiso para marchar por el territorio nacional.
Sentarse en la mesa de negociaciones con los fantasmas... pretender que modifiquen sus dictámenes, votar en elecciones en contra de ellos (aunque en ocasiones nos dejen “ganar”, como el gato deja que el ratón “se escape” antes de matarlo y comérselo), es perder el tiempo, legitimarlos y retrasar nuestra lucha de resistencia, porque la distorsionamos. En la resistencia se resiste, no se dialoga ni se participa... ¡tampoco se vota! Retamos e ignoramos al régimen día-a-día.
En una lucha de resistencia no acudimos a las citaciones que nos hacen los fiscales ni los tribunales fantasmas. Tampoco pedimos la libertad de nuestros presos. No hablamos con fantasmas.
Esto, como es lógico, supone un gran sacrificio, pero ¿qué lucha no es sacrificada? Es eso, o perderlo todo, incluyendo nuestra dignidad como pueblo. De todas maneras, si no resistimos adecuadamente, terminaremos perdiéndolo todo: ¡la Patria incluida!
X. EL DÍA D
Toda esta lucha de resistencia no-violenta tiene como finalidad llevar al país nacional al “Día D”. El día en que la sociedad civil se sublevará de manera activa, generalizada y sostenida en contra de aquellos regímenes tiránicos. Se habrán acabado las tareas ingenuas y habrá llegado el momento de la verdad.
SUBLEVACIÓN ACTIVA – Porque cada quien participará activamente en la sublevación.
SUBLEVACIÓN GENERALIZADA – Porque tenemos que sublevarnos a lo largo y ancho del país. En cada urbanización o barrio. En cada ciudad, en cada pueblo: ¡EN CADA CALLE! Esa sublevación generalizada debe de ser al unísono, es decir: todos a la vez y en todas partes.
SUBLEVACIÓN SOSTENIDA – Porque tenemos que mantener la sublevación hasta lograr el único objetivo: sacar del poder al tirano y a sus acólitos.
Hay muchas maneras de sublevaciones cívicas. Las hay violentas y no violentas. Por ejemplo, la sublevación que Hugo Chávez convocó, sin éxito, apenas salió de prisión en marzo de 1994, desde el programa de televisión de José Vicente Rangel, fue una sublevación violenta, al estilo del “Mayo Francés” (de 1968).
Ver el siguiente video:
http://www.mrr.name/VIDEO10.htm
La sublevación que nuestro movimiento de resistencia sugiere es no-violenta, al estilo de Serbia, de Filipinas y de muchas otras no-violentas que han dado resultados positivos e incruentos.
Las sublevaciones de Francia, Serbia y Filipinas cumplieron con sus respectivos objetivos, sin embargo, nosotros preferimos la estrategia de la no-violencia por ser la más factible de realizar, la más efectiva, la menos traumática… y la más segura.
La histórica sublevación violenta del “Mayo Francés” fue contra el gobierno democrático del General Charles De Gaulle.
Las no-violentas mencionadas arriba, fueron en contra de dos sanguinarios y genocidas tiranos: Ferdinand Marcos (en Filipinas) y Slodoban Milosevic (en Serbia).
La sublevación en sí es una vía. Es la última “batalla” antes de lograr los objetivos planteados. En el caso de sacar del poder a un tirano, la sublevación cívica debe culminar con la IMPLOSIÓN (o insurrección) militar. Para entonces ya las condiciones estarán lo suficientemente “maduras” como para evitar escenarios de mayores violencias entre militares.
Dentro de esa sublevación no-violenta está la modalidad de “La Guarimba”, la cual hemos venido promoviendo en Venezuela durante muchos años y, en cierto modo, se aplicó entre los días 27 de febrero y 5 de marzo de 2004 con un éxito total, a pesar de no haberse llevado a cabo debidamente porque muchos no observaron las tres reglas doradas (e inviolables) de “La Guarimba”.
“La Guarimba” en Venezuela pudo haber depuesto al régimen en una semana, de no haber sido por la traición de un sector de los líderes “opositores” que pactaron con Hugo Chávez cuando la verdadera oposición popular iba ganando. Uno no se sienta a dialogar cuando tiene a la vista la victoria. La rendición del enemigo debe ser INCONDICIONAL.
XI. NUESTRO MAYOR RETO
El mayor reto de toda sociedad civil que pretenda lograr su libertad a través de la sublevación cívica, activa, generalizada y sostenida es de carácter comunicacional. Es imperativo enseñarle a todo un pueblo la manera más expedita, correcta y SEGURA de sublevarse sin exacerbar la violencia.
Ojo: No hay que confundir pacifismo con no-violencia. El pacifismo es una forma de vida. La no-violencia es una estrategia de lucha. El 99.99% del pueblo sublevado debe evitar la violencia por razones tácticas más que por convicción moral. La violencia funciona a favor del régimen. Transmitir por TV escenas de muertos en las calles podría desmantelar la sublevación cívica tan pronto como ésta arranca. Es por eso tremendamente importante NO DESPLAZARSE más allá del frente de nuestras viviendas (de nuestras “guarimbas”). De hecho, no es necesario estar en las calles durante “La Guarimba”. Solo necesitamos asegurarnos que nuestras barricadas, frente a nuestras viviendas, estén trancando la vía. Sólo saldremos de nuestras casas para repotenciar aquellas barricadas que ameriten ser repotenciadas.
Decíamos que nuestro mayor reto es, sin duda alguna, de carácter comunicacional. El pueblo debe saber cuál es la manera exacta de aplicar “La Guarimba” dentro de una sublevación cívica, activa, generalizada y sostenida.
Habremos logrado vencer la barrera de esa dificultad comunicacional mediante la creación de “CELULAS DE RESISTENCIA”.
En biología, la célula es la unidad esencial que forma a todo ser vivo. Es además la estructura anatómica y funcional fundamental de la materia viva, capaz de vivir independientemente como entidad unicelular, o bien, formar parte de una organización mayor, como un organismo pluricelular. Nada hace el régimen con desmantelar UNA célula de resistencia, porque ella forma parte de un todo organismo pluricelular que está representado por millones de ciudadanos quienes no se conocen entre sí. Cada “célula de resistencia” consta de cinco “núcleos” o individuos. Cada individuo solamente conoce y se comunica con otros cinco. En otras palabras: es MATERIALMENTE IMPOSIBLE desmantelar un sistema u organismo pluricelular.
Estas células de resistencia servirán para divulgar la manera correcta y segura de sublevarnos, además: conformarán la más perfecta red de comunicación del sistema pluricelular de resistencia. A través de las células de resistencia nos iremos comunicando como hacen los africanos en la selva con sus tambores. En cuestión de horas podremos comunicar una información a millones de ciudadanos… y si se nos caen los medios de comunicación, como la telefonía o la red de la Internet, podremos comunicarnos boca-a boca, cara-a-cara, porque un individuo, dentro de esa compleja red pluricelular, solamente tiene la responsabilidad de contactar a los miembros de la célula de resistencia que él o ella creó, es decir: A CINCO PERSONAS, no más.
Cada uno de nosotros debe convertirse en “PRECURSOR DE LA LIBERTAD” creando nuestra propia célula de resistencia, es decir, invitando a nuestra casa a CINCO personas. No serán SEIS o más… ni serán CUATRO o menos: SERÁN CINCO PERSONAS NADA MÁS. Necesitamos mantener cada célula lo más manejable posible y si consta de muchos “núcleos” (individuos), se nos hará más difícil contactar a cada uno de ellos en el momento crítico. Recuerden: CINCO PERSONAS NADA MÁS.
Una vez en la reunión, leeremos este manifiesto. Cada invitado se alternará en la lectura de cada párrafo, así se mantendrán atentos y nos aseguraremos de que cada quien haya entendido su contenido.
Leyendo este manifiesto aprenderán la manera más adecuada y segura de implementar “La Guarimba”, es decir:
* Trancando los metros cuadrados de
calle que están FRENTE a nuestras viviendas…
* No desplazándonos más allá del frente
de nuestras viviendas…
* No confrontando con el enemigo…
Así de sencillo Y DE SEGURO es el asunto para el 99.9% de la población sublevada. Habrá “otros” que harán “otras cosas” pero “esas cosas” no las sabrá el régimen hasta que llegue el momento, razón por la cual es IMPERATIVO que el 99.9% de la población NO SE DESPLACE, pues podría ser muy perjudicial para aquel que decida hacerlo.
Sin embargo, habrá que explicar un poco más porque la mayoría de los seres humanos gusta de ponerse barreras. Siempre habrá aquel que pregunte: ¿y qué ganamos trancando las calles? Siempre habrá alguien que tiene un “plan” mejor. Jamás se han enfrentado a una tiranía castro-estalinista, pero pretenden tener la “solución” al trauma colectivo. Al final, son esos los primeros que no participan de una manera o de otra.
La sublevación cívica, activa, generalizada y sostenida ha sido ampliamente probada en otros países. Habrá quien diga: “sí… eso habrá sido en Serbia, pero aquí no somos serbios”. En fin. Siempre habrá quien guste de ponerse barreras. Dejemos que sea el enemigo quien nos ponga las barreras, no seamos nosotros mismos quienes nos auto-limitemos.
XII. SU FUNCIÓN CÍVICA Y ACTIVA
Es importante, pues, explicar – entre otras cosas – cuál es la función cívica y activa de “La Guarimba”, como una modalidad de sublevación.
La única función cívica y activa de “La Guarimba” es la de paralizar al país de una manera generalizada y sostenida, logrando un VERDADERO PARO GENERAL: ¡un verdadero paro general!
Eso solo es suficiente como para defenestrar al más obstinado tirano, sobre todo, porque al pasar los días se tiene que buscar una solución y al no haber otra que cambiar los factores de poder, lo único que quedaría sería la insurrección militar presionada internamente por millones de ciudadanos sublevados y externamente por la llamada “comunidad internacional”. Así ha funcionado siempre. El régimen perderá el apoyo interno, el de sus militares, acólitos y/o policías. Así las cosas, la única vía factible sería el abandono del poder.
Eso le sucedió a Milosevic… a Marcos, a Batista, a Aristide, a Fujimori, a Pérez Jiménez, a Ceaucescu en Rumania y a Erich Honecker en la Alemania Oriental, entre muchos otros tiranos que fueron depuestos tras una presión popular de mayor o menor grado de violencia.
“La Guarimba” es una de tantas maneras de provocar esa necesaria presión interna y externa para que los tiranos abandonen el poder. Es, además, la manera más segura y expedita, si la hacemos correctamente.
La mayor parte del pueblo solamente tiene que comprometerse a trancar el pedacito de calle que está frente a su casa, a no alejarse más allá del frente de su vivienda y a no confrontar con el enemigo. Quedarse dentro de su hogar (de su refugio o “guarimba”) es lo mejor… de ahí el nombre de esta estrategia ya que “guarimba” significa, en uno de los dialectos caribes: refugio. En esta estrategia de “LA GUARIMBA”, el elemento más importante es el refugio de los participantes, la “guarimba” de los participantes. Es entendible el por qué no debemos desplazarnos más allá del frente de nuestras “guarimbas”, de nuestros “refugios”. Al menor indicio de peligro, nos retiramos “estratégicamente” a la seguridad de nuestras “guarimbas”, de nuestros “refugios”: de nuestras viviendas.
XIII. LOS “PEONES CIRCUNSTANCIALES”
Todo régimen sobrevive con la necesaria ayuda de los “peones circunstanciales”. Estos son aquellos que conforman, por motivos circunstanciales, las fuerzas armadas y los organismos policíacos de represión o prevención. Estos “peones” (soldados y policías) cambian de bando con las circunstancias. Al cambiar el gobierno, cambian de bando.
Debemos captar a los “peones circunstanciales” del régimen para que nos ayuden a modificarle, para bien, el destino al país. Además, los “peones circunstanciales” podrían salvar cientos de vidas de nuestros aliados al momento de una sublevación.
Es muy fácil hablar con “ellos”… con los “peones circunstanciales”. Muchos de los “núcleos” de las células de resistencia conocen a un “peón”… o son familia de uno de ellos. Hay que pedirles que llegado el momento, disparen por encima de nuestras cabezas, con todo lo que eso significa. A esos “peones” hay que irlos ablandando. Todos ellos tienen familia y muchos familiares de los “peones”, están del lado de la patria, no del régimen y formarán parte de nuestras células de resistencia.
XIV. LAS “CONDICIONES OBJETIVAS”
La situación momentánea de un determinado país es evaluada por las condiciones subjetivas y/u objetivas. Ambas condiciones son tremendamente cambiantes... dinámicas.
CONDICIONES SUBJETIVAS – Son aquellas condiciones que CREEMOS existentes en un determinado país en un momento específico en el tiempo. Las condiciones subjetivas NO SON precisamente las reales: son las que un grupo pudiera creer existentes. Por ejemplo, nuestros líderes de la resistencia pudieran pensar que están dadas las condiciones para convocar a la sublevación, cuando, en realidad, no es así... en cuyo caso, el llamado a la sublevación podría fracasar.
CONDICIONES OBJETIVAS - Son las reales. Las existentes. Cuando la marcha del 11 de abril de 2002 en Venezuela, estaban dadas las condiciones objetivas para una sublevación. Lo mismo sucedió en la tarde del 27 de febrero de 2004, cuando se prendió “La Guarimba”.
Oigan bien: es un requerimiento imprescindible que estén dadas las “condiciones objetivas” (las verdaderas) para llamar al pueblo a la sublevación o para que el pueblo se subleve de manera espontánea. Habrá que esperar el momento adecuado y mientras tanto, nos vamos preparando con “tareas”, retando al régimen e ignorándolo en todos los sentidos, pero – sobre todo – divulgando, a través de las células de resistencia el mensaje de sublevación y las instrucciones de cómo sublevarnos de una manera adecuada y segura. No se puede PROGRAMAR una sublevación. Aquel líder que convoque la sublevación a distancia, es decir, dentro de un mes o más… que “planifique” la sublevación, es – seguramente – un traidor cuya misión es la de EVITAR la sublevación y fomentar la depresión colectiva. Lo mismo podemos decir de aquellos líderes que llamen al DESPLAZAMIENTO de la población. LO ÚNICO que están buscando son unos muertos, para “matar” también la opción de la verdadera y efectiva sublevación.
XV. ¿Y DESPUÉS QUÉ?
Una pregunta muy válida es qué sucederá en el país después del derrocamiento de la tiranía. ¿Quién tomará el control del país?
Esa es una pregunta imposible de responder. Puede que se monte un “gorila” con intenciones muchísimo más malsanas que las que tenía el tirano depuesto, lo cual sería difícil... pero no imposible. ¿Qué haríamos entonces? Lo mismo que hicimos para sacar al tirano anterior, sólo que esta vez se nos hará infinitamente más fácil porque ya sabremos cómo sublevarnos y el poder de la sublevación en manos de la sociedad civil.
Sin embargo, no se nos ocurre un sistema más funesto, cruel, aberrante y satánico que el Castro-Estalinismo, así que nada podría ser peor.
XVI. ¿CÓMO COMENZAR UNA CÉLULA DE RESISTENCIA?
La etapa más sencilla – Y LA MÁS IMPORTANTE – de toda sublevación cívica es la creación de UNA “célula de resistencia”: de la primera. He aquí cómo se logra paso por- paso:
PRIMERO – Debemos imprimir SEIS copias del “Manifiesto de La Liberación”, este manifiesto que estamos leyendo en estos momentos, que también puede ser bajado y copiado en la siguiente dirección cibernética:
http://www.mrr.name/manifiesto.pdf
SEGUNDO – Debemos invitar a nuestra casa a CINCO amigos, familiares o compañeros de trabajo que estén del lado de la Patria. Sería perfecto que estos individuos no se conocieran entre sí y que no trabaran amistad de ahí en adelante. No presenten a los invitados, ni divulguen sus nombres entre ellos… en el caso de que no se conozcan, claro.
TERCERO – En la reunión cada participante debe turnarse para leer un párrafo de este manifiesto, cuya copia habrá recibido al comienzo de la reunión. Si hubiese acceso a la Internet, sería bueno revisar nuestro sitio en la red.
http://www.mrr.name/celula.htm
CUARTO – Cada participante debe COMPROMETERSE a crear una célula de resistencia de la misma manera.
QUINTO – Debemos velar porque nuestros CINCO “núcleos” hayan cumplido la misión de crear una nueva “célula” cada uno.
SEXTO – Debemos estar pendientes de revisar constantemente nuestro sitio en la web, donde estaremos impartiendo información importante. ¡EN MENOS DE UN MES HABREMOS CONTACTADO A CASI 10 MILLONES DE HERMANOS!